Es
un maravilloso proyecto de vida donde los hombres comparten
experiencias personales, familiares y laborales que permiten
cristalizar programas diversos que todo hombre anhela.
El hombre de futuro asume el reto de conocerse a si mismo,
valora sus virtudes, talentos y todo lo que Dios le ha dado
para ejercer un liderazgo de servicio a su familia, a la sociedad
y a la iglesia. La iglesia necesita hoy muchos hombres convertidos
y comprometidos.
El hombre de futuro se dejar guiar por el Espíritu
Santo que lo lleva a conocer y a amar a Jesús como
prioridad en su vida, encarna las bienaventuranzas que le
permiten ser un hombre que trabaja por la paz, con corazón
limpio, con actitud de perdón, justicia y generosidad
con los más necesitados.